A ninguno nos gustan los percances, mucho menos los de salud y más si tenemos en cuenta que evitarlos puede estar en nuestras manos. Para ello, es importante mantener una serie de cuidados en la cocina y en el almacenamiento de los alimentos que nos permitirán evitar intoxicaciones alimentarias. Además, en verano se multiplican por el calor y debemos extremar las precauciones. Hoy traemos una serie de consejos que nos ayudarán a evitar la intoxicación alimentaria en casa.
Eso sí, antes de nada, hemos de recordar que hay alimentos que contienen microorganismos propios que pueden producir intoxicaciones. Por eso, es importante comprarlos frescos, conservarlos y cocinarlos adecuadamente.
En el supermercado
Elegiremos las frutas y verduras con mejor aspecto, piel tersa, brillante, sin golpes ni manchas y en su punto de maduración. En carnes y aves, nos fijaremos en que no tengan zonas coloreadas oscuras o verduzcas. En cuanto a los pescados, siempre pediremos aquellos que tengan los ojos y las escamas brillantes.
Además, también habremos de fijarnos bien en la fecha de caducidad de lo que compremos; sobre todo, de los alimentos frescos (yogures, embutidos, quesos…). Por otro lado, siempre es aconsejable planificar bien la compra: es preferible comprar pocas cantidades de alimentos perecederos, aunque tengamos que ir con más frecuencia al supermercado. Y lo más importante de todo, hemos de evitar por todos los medios el romper la cadena de frío. Para ello, llevaremos los productos adquiridos a casa lo antes posible y, durante el traslado, meteremos los productos refrigerados en una bolsa isotérmica.
En el frigorífico y la despensa
Los alimentos frescos los conservaremos en el frigorífico con una temperatura entre los 0 y 5 grados centígrados, así como las conservas una vez que las hayamos abierto y cambiado de recipiente. Al organizar el frigorífico, separaremos la comida cruda de la cocinada, distribuyendo los alimentos dependiendo de la necesidad de frío que necesite cada uno, en la parte con la temperatura más baja o elevada del frigorífico. En la puerta, podemos poner las bebidas o los alimentos que vayamos a consumir en un máximo de 3 o 4 días.
Los productos perecederos como las verduras, carne o pescados solo aguantan en buen estado unos días en la nevera. Si no los vamos a consumir a tiempo, podemos cocinarlos y guardarlos en el frigorífico o en el congelador. Eso sí, debemos observar los cambios de color, olor o textura de los alimentos. En caso de notar cualquier cambio sospechoso, evitaremos su consumo, ya que podría estar en mal estado. Para la comida cocinada, elegiremos recipientes de cristal antes que los de plástico, y siempre vigilaremos que estén bien tapados.
La temperatura ideal para congelar los alimentos es de 18 grados centígrados bajo cero. Antes de congelar carne, aves o pescado, los limpiaremos y los guardaremos en recipientes o bolsas separados y anotaremos la fecha de congelación. Para congelar verduras, habremos de cocinarlas antes. Hay alimentos que no admiten bien la congelación, como las patatas o la pasta. Tampoco olvidemos que un alimento descongelado no puede volver a congelarse y hemos de consumirlo enseguida. Siempre que sea posible, descongelaremos la comida en la nevera, mejor que en el microondas o a temperatura ambiente.
Por otro lado, hay productos que no requieren ser refrigerados (harina, legumbres, conservas, aceite, galletas…), pero hay que guardarlos en un lugar fresco y seco, sin que les dé el calor del horno o la cocina, ni el agua del fregadero, ni la luz solar. Y aunque parezca una perogrullada, los guardaremos separados de los productos de limpieza e higiene personal.
En la cocina
Es imperativo mantener siempre una correcta higiene. Lo primero de todo es lavarse las manos antes de manipular los alimentos. Nos aseguraremos de que la superficie, el menaje y los utensilios que vayamos a utilizar estén limpios. Protegeremos también los alimentos de las mascotas y no dejaremos que se acerquen a ellos.
Una vez metidos en faena, cocinaremos completamente la comida, no dejaremos que los alimentos se queden crudos en el interior, especialmente si no los vamos a consumir en el momento. Para recalentar un alimento cocinado con seguridad, habremos de hacerlo a una temperatura superior a los 70 grados centígrados.
Para matar los microorganismos dañinos, tendremos que cocinar los alimentos por encima de los 65 grados centígrados. En carnes y aves, sabremos que están hechas por dentro cuando dejen de echar ese jugo rosado, mientras que las sopas y guisos deben alcanzar la ebullición como mínimo. Por último, si pensamos consumir algún plato elaborado con pescado crudo (boquerones en vinagre, sushi…), deberemos congelarlo unos días antes.