Salmorejo, rabo de toro y flamenquines. Estos son los tres platos más típicos de Córdoba y de una de sus fiestas más famosas: los Patios de Córdoba. Para poder disfrutar del sabor de Córdoba en casa, nos quedamos con el plato más enrollado de todos: el flamenquín. ¿Qué lleva el verdadero flamenquín? Te lo contamos a continuación.
Ingredientes básicos del flamenquín:
El nombre de este plato viene dado por su forma alargada, como la pata de un flamenco. También por el color “rubio” similar al de estos animales. De ahí la importancia de conseguir una forma recta cuando elabores esta receta.
El flamenquín es uno de los platos más sencillos de la gastronomía cordobesa en cuanto a ingredientes: tan solo necesitarás carne de cerdo, jamón, huevo, pan rallado y aceite. Si tienes todo esto en tu despensa podrás hacer el auténtico manjar de Córdoba. Hay quienes aliñan la carne con vino o con perejil y limón. Dejamos esta opción para que cada uno elija lo que más le guste. En los pasos siguientes los haremos sin aliño.
Pasos para enrollar el flamenquín:
Prepara tus filetes de cerdo sobre una superficie lisa y limpia. Tendrás que darle golpes a la carne y estirarla para lograr una base finita. Estos golpes harán que la carne se quede más tierna y que consigas el grosor idóneo para tus flamenquines. Si en la carnicería ya has pedido un corte fino, te resultará más fácil conseguir el efecto buscado. Una vez que tengas todos los filetes estirados, coloca una fila de jamón en tiras. Con cuidado, comienza a enrollar la carne y aprieta para que la forma quede recta.
Cuando tengas todos tus rulos hechos, bate los huevos (dependiendo de la cantidad de flamenquines que vayas a hacer) y prepara una fuente con pan rallado. Pasa cada flamenquín primero por huevo y luego por el pan. Repite este paso para que tengamos doble capa de huevo y pan.
En una sartén con aceite limpio, fríe a fuego lento y sube la temperatura en el último instante. De esta forma se cocinará bien por dentro, sin perder jugosidad y, al mismo tiempo, lograrás el toque crujiente y dorado por fuera. Córtalo en láminas en diagonal y sírvelo con patatas fritas caseras y mayonesa.
Con tu paladar ya has viajado a Córdoba desde casa. Si te ha gustado, prueba a hacerlo y acompáñalo de una copa de vino. ¡Tendrás el manjar asegurado!