Nos hemos acostumbrado a verlas en los estantes de nuestro supermercado todo el año, pero es en primavera y verano cuando las judías verdes alcanzan todo su esplendor. Este “clásico” de la dieta española es versátil, sano y nutritivo; virtudes que las han convertido en un alimento omnipresente en las mesas de todo el mundo.
Prueba de ese éxito internacional es la cantidad de nombres con los que se las conoce. Los vascos las llaman vainas, los mexicanos o guatemaltecos, ejotes, son porotos verdes en Chile y chauchas en Argentina y Uruguay. Distintos nombres para un alimento cuyo origen se sitúa, según la mayoría de historiadores, en Sudamérica (México y Perú), aunque algunos afirman que es originario de Asia.
En Europa se introdujeron en el siglo XVI y, desde entonces, su consumo ha ido en aumento. Ventajas no les faltan. Son bajas en calorías (31 calorías por 100 gramos), depurativas y diuréticas, aportan una buena cantidad de fibra, vitaminas (A, C, y varias del grupo B) y minerales y son bajas en sal. Estas características las han convertido en un alimento recurrente en las dietas de control de peso y en un aliado sano contra la hipertensión, el estreñimiento o el colesterol.
Con más de cien variedades conocidas, existen otras tantas formas de comerlas, aunque se recomienda no consumirlas crudas ya que contienen una sustancia tóxica, la faseolina, que puede resultar indigesta y que se elimina una vez se han cocinado. El color verde vivo e intenso y la firmeza del producto os darán una pista infalible de su frescura.
Otra recomendación: eliminar los bordes y los molestos hilos laterales que suelen servir de excusa a los niños de todas las generaciones para resistirse a este producto. Un pelapatatas hará la tarea mucho más fácil, tanto que incluso ellos podrán hacerlo.
Fuentes: Botanical-online, MejorconSalud y alimentos.org.